El Alba de los Libros (XXXIII)

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Javier Lasheras

La huida

 

Publicado el 18 de noviembre en la revista Zenda, este poema

 La huida pertenece al próximo libro del escritor y poeta

Javier Lasheras El cielo desnudo.

 

 

 

LA HUIDA

Me pasé la infancia con los ojos perdidos
en un horizonte de cobaltos y girasoles,
un tiempo mecido entre cal, alberos y azahares
y cuando no mirando las piernas de mi madre,
suaves y largas, cruzadas en ese y ofrecidas al sol
de una playa refulgente y solitaria, de otro mundo.
Leía no sé qué libro recostada en la hamaca:
recuerdo el rojo de las tapas duras, sus manos
de actriz exquisita con las uñas de caramelo
—mi memoria aún huele la laca y la acetona—
y la media sonrisa fatal de aquella época
no sé si histérica y alcoholizada,
perturbadora en cualquier caso.

¡Era tan acogedor quedarme allí atrapado, mirándola!

Llevaba unas gafas de sol de pasta negra
y un pañuelo de Hermes recogiendo su pelo.
Al fondo había un hotel. Solo uno. Solo ella
y un café futurista, encerrado
en una urna de cristal opaco:
el aire acondicionado
me helaba el corazón.

Alguien dijo: «Afuera es un infierno».
Mi madre pidió una ginebra con mucho hielo:
tiempo después descubrí que mi abuela
la recomendaba para los dolores menstruales.
Yo pedí una Coca-Cola:
guardo una fotografía de ese momento.
Mira, aquí la tengo,
y ahora me pregunto,
en la inquieta distancia de los años,
quién sería el autor de aquel disparo.
Luego encendió un cigarrillo: un More
de color negro y chocolate tan fino y largo
como sus piernas, toboganes de miel caliente.
Recuerdo el humo azul saliendo de su boca:
la elegante melancolía de su mirada
sobre una tarde que hería la vida por dentro.

Me gustaba cuando nos llevaba al cine de verano:
mis hermanas mayores flirteaban al fondo
mientras ella fumaba uno y otro y luego,
cuando cruzaba las piernas, todo era fundido
a noche oculta. El humo se esfumaba por los sueños
de la pantalla y al fin el sueño me desvelaba del ensueño.

Ahora, cuando atisbo el horizonte
adonde van a morir los ángeles,
sigo teniendo las mismas ganas
de huir lejos y sin nombre,
donde nadie me encuentre,
sin otra maleta para el camino

que aquella luz, aquel amor, todo ese tiempo.

 

 

 

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