Ecos de Poesía ( CLXII)

 

 

 

 

 

 

LA HONDURA POÉTICA DE

 

 

UN ESPEJO DE EMOCIONES REFLEXIVAS

 

“Todas las cosas de este mundo y de otros mundos -decía el maestro Navarro Ledesma- pueden ser objeto de la Literatura: objeto literario es todo cuanto ha sido creado y todo cuanto han hecho, pensado e imaginado los hombres, y cuanto en adelante puedan hacer, pensar o imaginar”. Traigo estas reflexiones a colación porque cualquier obra literaria que se someta a nuestro criterio podrá ser catalogada según la característica predominante de ella, en uno de los tres grupos siguientes: como obra literaria didáctica, como obra literaria oratoria o como obra literaria poética.   Mis maestros siempre me enseñaron que esto no quiere decir que pueda establecerse entre estos tres géneros literarios una separación esencial, y tal y como nos indica Juan Bautista Bergua en sus valiosísimas nociones de preceptiva literaria, en esta categoría entrarían muchas obras, siendo la más significativa el “Quijote” puesto que “en muchos trozos de incomparable elocuencia poética instruyen al tiempo que causan el mayor deleite”.

El libro de FERNANDO ARANBURU que tengo el gusto de acercarles “Autorretrato sin mí” entra en esa categoría: no es una novela, ni un ensayo, tampoco es un libro de poemas y, no obstante, sin un alejandrino, sin un endecasílabo, sin un heptasílabo… alberga, cobija, encierra al lector abriéndolo, conmocionándolo en un espacio de hondura y transparencia poética.

Escrito con la cadencia de un lenguaje reflexivo, tenso y bello, de enorme carga emocional, el lector se acerca a estas breves prosas que conforman el libro como un relato de vida mediante un ejercicio de introspección pleno de gozo, dolor, angustia, lírico despojamiento de pérdidas y heridas, un alumbramiento de penetrante poesía donde FERNANDO ARAMBURU se siente cómodo ante la abierta sepultura de la palabra al saberse que el escritor, el poeta, arropado siempre por el folio blanco, ha de mantenerse desnudo para vivir seguro en la letra impresa.

Sus páginas plasman escenas inolvidables, con los padres, el amor, los hijos, los recuerdos de juventud… que nos hacen vernos, distinguirnos, comprendernos, nos autorreconocemos: los lectores, a través de este libro de fácil lectura y difícil olvido, nos autocontemplamos en múltiples seres humanamente plurales y únicos.

Entusiasmado por la Lengua Castellana y por Las Palabras, ARAMBURU nos cuenta en este “Autorretrato sin mí” como fue seducido, cuando apenas era un colegial desaplicado, por los versos de Federico García Lorca: “Largas noches en vela, el libro abierto en el círculo de la luz, la vida en silencio, me proporcionarán finalmente el diagnóstico certero. Contagiado por Federico García Lorca, he contraído el fervor incurable por la poesía. Ya nunca nada será lo mismo” -nos confiesa.

Con una larga trayectoria llena de títulos, entre otros muchos, “Los peces de la amargura”, “Años lentos” “Las letras entornadas” o su novela “Patria” de apabullante éxito y unánime reconocimiento nacional e internacional, el pasado mes de noviembre presentó su novedoso libro “Utilidad de las desgracias y otros textos” en el Aula de Cultura del diario El Comercio en colaboración con el Ateneo Jovellanos y presentado por el escritor Ignacio del Valle (acto que pueden  visualizar a través del canal de youtube Ateneo Jovellanos) y acercarse de frente al perfil de este insigne autor para quien la prosa y el olor literario del papel son “unos versos finos como hilos de cristal que han de pronunciarse en voz baja”  tal vez… para que no se rompan.  

www.ateneojovellanos.es

 

La Prensa (CXXII)

Comparto con todos la Reseña escrita por Consuelo Jiménez de Cisneros, publicada en su estupenda revista digital EL CANTARANO.
Mi más sincero agradecimiento y admiración amiga creadora y catedrática de la palabra.

 

Microrrelatos líricos – Nieves Viesca, Diecinueve o veinte líneas

 

 

 

Ecos de Poesía (CLXII)

 

GUADALUPE GRANDE: MUERE LA POETA DE LA LUZ SIN SOMBRAS

 

 

El sábado 2 de enero, fallecía en Madrid la poeta Guadalupe Grande a los 55 años de edad, causando una gran conmoción en los círculos culturales de nuestro país. Hija de los poetas Félix Grande y Francisca Aguirre, y nieta del pintor Lorenzo Aguirre, era licenciada en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid y, entre otras publicaciones y antologías, destacan sus libros de poesía “El libro de Lilit” (Premio Rafael Alberti, 1995) “La llave de niebla” (Calambur, 2003) “Mapas de cera” (Poesía Circulante, 2006) y “Hotel para erizos” (Calambur, 2010). Además de su faceta poética destacó también como crítica literaria, en el ámbito de la edición y en la gestión cultural.

 

 

 

Poetas de la talla del asturiano Fernando Beltrán declaraban a la agencia Efe…”La gran sensibilidad de Guadalupe Grande indicando que era una de las autoras más sensibles y queridas de su generación”.

Su poesía sobria, pulida hasta que no queda más que lo esencial, está llena de pensamiento con palabras que piden hacerse hueco, un espacio dentro del lector, para que éste busque e indague por medio del lenguaje hasta encontrarse.

 

LA CENIZA

Diccionario inventario
lista número preciso
cómputo de un idioma
que no podemos entender.
Digo que no existe el olvido;
hay muerte y sombras de lo vivo,
hay naufragios y pálidos recuerdos,
hay miedo e imprudencia
y otra vez sombras y frío y piedra.
Olvidar es sólo un artificio del sonido;
tan sólo un perpetuo acabamiento que va
de la carne a la piel y de la piel al hueso.
Así como las palabras primero son de agua
y luego de barro
y después de piedra y de viento.
(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento,1996)

Sus poemas se nos tornan como un crisol, una piedra que podremos atesorar en nuestras manos y esconder la esencia de sus palabras hechas cantera de colores.

 

BODEGÓN

Las nueve y la cocina está en penumbra:
estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,
ante unos alimentos que no sé cómo mirar,
y si les preguntara, ¿Qué me contestarían?
Son naranjas de una cosecha a destiempo,
mandarinas sin imperio,
acelgas verde luto,
lechugas verde olvido,
apios sin cabeza,
verde nada,
verde luego,
verde en fin.
(Bandejas de promisión
en el condado del desamparo.)
La tarde se dilata en la cocina
y aquí no llega el sonido del mar.
La soledad de las naranjas se multiplica:
no hay pregunta para tanta opulencia,
aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,
rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,
una legión de plátanos sin mácula,
un bosque de perejil más frondoso
que la selva tropical.
Alimentos mudos y sin perfume:
os miro y sólo veo una caravana de mercancías,
el sueño de los conductores,
una urgencia de frigoríficos
y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.
(De La llave de niebla. Edit. Calambur)

 

En este poemario, la mirada de Guadalupe Grande nos sumerge en el laberinto urbano del hombre contemporáneo, posándole en su artificial encuentro y desencuentro con la naturaleza, reduciéndonos a la condición de náufragos en nuestro propio asfalto.

Pero tal vez sea entre las páginas de su último libro “Hotel para erizos” donde encontramos la puerta de su reflexión y de su lucidez más abierta. El lenguaje, su lenguaje y su palabra como habitante aturdido en el sonámbulo y perdido hotel de nuestra existencia. Un círculo abierto, la escritura, la comunicación, la delicadeza de esta poeta irrepetible que nos ha dejado con el vacío de quien contempla poéticamente la grandeza del infinito.
El Ateneo Jovellanos, siempre fiel a la cultura en todas sus manifestaciones y muy en especial a la poesía (no hay más que mirar en la hemeroteca y comprobar el prestigio de su Premio de Poesía Ateneo Jovellanos) se suma a las palabras de adiós que le dedica el poeta Miguel Veyrat: “Se nos fue como del rayo Guadalupe Grande al jardín de los poetas para escribir entre las nubes junto a su padre y su madre Francisca y Félix. Que los elementos sean con ella suaves”.
Poeta y mentora de poetas, Guadalupe Grande deja que nuestra oscuridad entrecierre tus ojos… como en un saludo.Final del formulario.

 

 Ateneo Jovellanos | Ene 18, 2021 | Espacio del socio

 

 

La Prensa (CXVI)

LA MÚSICA DE LOS CUATRO ELEMENTOS

 

 

LA MÚSICA DE LOS CUATRO ELEMENTOS

 

Pedro A. Curto

 

Hay una literatura que economiza en el lenguaje, que busca decir lo más posible con las menos palabras, para lo cual es necesario huir de lo superfluo, para así dar mayor intensidad a lo narrado, que hace de las formas de la escritura, una parte esencial de la obra. Es lo que forja la escritora gijonesa Nieves Viesca en su libro de relatos “Diecinueve o veinte líneas” (Editorial Azor). Son unas historias que navegan entre el relato o el cuento, el microrrelato y la poesía, por su tono lírico y conciso. Se trata de una literatura que bucea en el minimalismo a través de una depuración estilística, que busca una cierta belleza estética sin por ello abandonar el contenido, más bien al contrario, realzarlo a través de una mirada en unos escenarios no habituales, para así lograr una mirada diferente.

Agrupados temáticamente por los cuatro elementos, tierra, mar, aire y fuego, a modo de pinceladas, parten de la realidad, pero caminan a treinta centímetros del suelo, lo cual les permite hacer más libre ésta, incluso profundizar en ella sin encorsetamientos. Así lo hace incluso cuando alguna historia se sitúa en el conflicto bélico de la antigua Yugoslavia, con reflexiones como: “No sé, influiría el hecho de que uno nunca logra acostumbrarse a vivir con cadáveres.”

Y si una de las características del libro es la brevedad, otra es la musicalidad narrativa, algo no muy abundante en la literatura, más allá del conocido swing cortazariano. Así por ejemplo en vez de grandes descripciones de personajes o lugares, experimenta con nombres y denominaciones tales como migadepan, abuelo…muá, fauna abisal, aguilachico, peatondelaire… Que dan un particular ritmo narrativo y una singularidad a una obra en lo esencial fragmentaria y diversa. Lo hace por ejemplo en el relato “Petite, Petite, Caresse”, en el cual se sintetizan los aspectos fundamentales del libro: fantasía, realidad, lirismo y música.