LecturAma (X)

 

Las olas

 

de

 

Virginia Woolf

 

El 7 de febrero de 1931, la gran Virginia Woolf (1882-1941) pone fin a la escritura de Las olas para muchos críticos su obra maestra.

 Novelista londinense y crítica literaria, cuya técnica del monólogo interior y estilo poético se consideran entre las contribuciones más importantes que ha ofrecido esta escritora a la novela moderna y por extensión a la Literatura con mayúscula, en Las olas (caleidoscópica, evasiva y estilizada novela) el soliloquio, no solamente de un personaje sino de sus seis centrales figuras, Virginia Woolf lo cruza, lo entrecruza, lo expande y lo desarrolla hasta conseguir un realísimo plano imaginario.

Todos y cada uno de los seis personajes registran las percepciones que caen sobre su particular conciencia y que muestran, al ensimismado lector, la respectiva personalidad a través de sus pláticas interiores.  

En Las olas no hay capítulo que esté precedido de la descripción de un mismo paisaje pero con notables variaciones, representadas por medio del color siguiendo la hora del día; de tal manera que el amanecer muestra a los lectores la infancia de los protagonistas, el mediodía la luz de su juventud y el crepúsculo y la noche su madurez e implacablemente la vejez.

Libro de poética tristeza que entraña tan conmovedora belleza entre sus páginas, que nos recuerda aquella definición que escribiera Virginia Woolf para un ensayo sobre la novela moderna: “El tema propio de la novela no existe, todo constituye el tema propio de la novela…” mostrándonos con estas palabras su originalidad, su genio poético y todo su talento creador.

 

Virginia Woolf

 

LecturAma (IX)

 

Diario LA VERDAD

21 de diciembre de 2014

 

La enfermera Todavida

 

A la izquierda de la parte superior de una de las puertas del Laboratorio de Radiología, Todavida se percata del cuerpo de una araña de jardín colgada de su tela. Con aire entre curioso y turbado la enfermera, a quien su abultado pecho enrojece por el escote, se acerca con la intención de examinar al intruso hilador. «Este abdomen, que segrega la más suave de las hebras, está abocado -se dice-, a desaparecer con una fumigación o con una gamuza». Aquella visión hacía que sintiera de un soplo, el subsidio del encaje, la angosta puntilla guarneciendo las espirales del perdido ser, tan alejado del trepar por las briznas de una hierba o por el tallo de una planta. A Todavida, este nudo en el techo le recuerda la voz del enfermo que tiembla de frío bajo la piel ardiente. A lo lejos, «Enfermera, enfermera…» la tos de una mujer que no se parece a ninguna de cuantas había oído, «le necesitan en la Unidad de Emergencia», llega como un chapoteo espantosamente débil. «Rápido, el respirador. ¿Tiene a mano el laringoscopio? Las constantes vitales, compruébelas con el marcapasos externo».
Durante la comida, los rayos del claro sol de poniente caen sobre la mesa de las enfermeras, las flores, el césped, los árboles que rodean el hospital. «He logrado salvarla». «¿A la paciente de urgencias?». Todavida, feliz por la pronta recuperación, asiente con la cabeza. Piensa, sí, en las pa-ci-en-tes patitas que se mantuvieron, durante los rigores de la urgencia, inmóviles y arropadas. Arropadas entre los pliegues de un bordado pañuelo dentro de uno de los bolsillos de su bata blanca.

 

Leer relato en DIARIO LA VERDAD

 

LecturAma (VIII)

 

  

PREjuicios


Cuentan las hojas volanderas de los cuentos de Cuinto que, en una universidad de EE.UU. cierto día, en el comedor, una alumna rubia cogió su bandeja del autoservicio y se sentó en una de las mesas. Al momento advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar descubre horrorizada que un chico negro se ha sentado en su lugar y, olímpicamente, está comiendo de su bandeja.

Con estupor, la muchacha en un principio se siente agredida, pero unos segundos más tarde piensa que quizás ‘el negro’ no tenga dinero suficiente para costearse la comida y decide sentarse frente al joven y sonreírle. A lo cual el chico contesta a su vez con otra  sonrisa, pero de marfil. A continuación, la rubia comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiendo con exquisita generosidad su comida.

Tal es así que mientras ella se toma la ensalada, él apura la sopa; ambos pinchan del mismo plato de estofado hasta acabarlo y al llegar a los postres, él da cuenta del yogur y ella de la pieza de fruta. Todo entre múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, sumamente comprensivas por parte de la alumna.

Al terminar la comida, la chica rubia se levanta a buscar un café y cuál no será su sorpresa al descubrir en la mesa vecina, detrás de ella, su negro abrigo sobre el respaldo de una silla y su bandeja de comida fría e in-tac-ta.



LecturAma (VII)

 

DURA FRAGILIDAD

Ana María Matute

 

 


ADIÓS a la Dama

de las Letras Cervantinas

 

En el día de hoy se nos ha ido esta inmensa creadora de universos mágicos que nos transportaban, como objetos frágiles, a ratos hacia la asombrosa belleza única y original y a ratos, a la fabulación pasmosamente fantástica.

Con un punto de vista posado siempre en el desprotegido mundo de la niñez “La infancia va más allá de la propia vida” solía afirmar, Ana María Matute ganadora del Premio Cervantes, Nadal o Planeta, entre otros,  nos ha dejado para quedarse, con ala de pluma, entre el mítico y lírico bosque del  inimaginable Reino de los Lectores.

 

LecturAma (VI)

 

En el Día Internacional de la Mujer

 

 

 

 

UNA PRECURSORA

 

Autora y activista francesa, Flora Tristán nació el 7 de abril de 1803 en París y falleció en Burdeos el 14 de noviembre de 1844. Su situación de ‘bastarda’ le impidió heredar los bienes pertenecientes a su padre, razón por la que tuvo que trabajar como obrera en un taller de litografía y con apenas 17 años, se casó con el propietario del que tuvo que separarse años más tarde debido a los celos crónicos y malos tratos recibidos.

Madre de tres hijos, en 1833 visitó Perú con el fin de reclamar su herencia paterna, intento que se vio frustrado sistemáticamente por las constantes negativas de su tío paterno. Al volver a Francia, emprendió una campaña a favor de la emancipación de la mujer, los derechos de los trabajadores y contra la pena de muerte.

 

Entre sus Obras destacan

Peregrinaciones de una paria (1839)

Paseos en Londres (1840)

La unión obrera (1840)

La emancipación de la mujer (1845)

 

De Flora Tristán diría KARL MARX “Una precursora de altos ideales nobles”.

 

 

 

LecturAma (V)

 

 

CELEBRACIÓN DE LA FANTASÍA

 

Desde unas páginas volanderas, cuenta el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano esta historia que deseo compartir

desde mi Blog

por parecerme tan conmovedora como las palabras que pronunció estos días en la ONU Malala Yausafzai: “Un niño, un profesor, un

lápiz y un libro pueden cambiar el mundo”.

 

“Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, harapiento, se acercó a pedirme que le regalara un lapicero. No podía darle el lapicero que tenía, porque lo estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado. Había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón.Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:

    -Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo.

    -¿Y anda bien? –le pregunté.

   -Atrasa un poco –reconoció.”

 

LecturAma (IV)

 

 

 

 

De la colección
Sabes cuántos cuentos cuento

 

 

LA VERDAD como HIJA DEL TIEMPO

 

Cuentan ‘Unas-hojas-volanderas’ que durante la ocupación nazi de Austria tuvieron lugar unas gravísimas inundaciones en Viena y que entre los muchos incidentes ocurridos en aquellos aciagos días, un hombre cayó a las agitadas aguas del Danubio.

Pronto se agolpó junto al cauce del río una gran cantidad de mirones pero nadie se atrevió a saltar a las revueltas aguas para salvar a aquel hombre que se estaba ahogando.

Sólo un animado joven se quitó el abrigo y se preparó para rescatar al que se ahogaba justo en el momento en que alguien de la multitud gritó:

 -¡¡¡NO SALTES!!! ¡¡¡El que se está ahogando es un judío, deja, deja que se muera!!!

Enseguida la muchedumbre se unió gritando a coro lo mismo:

 -¡¡¡Deja que se muera!!!

 Algunos añadían:

 -¡No arriesgues tu vida, déjalo, déjalo…!

 En contra del parecer de todos y poniendo su vida en grave peligro, el joven héroe anónimo se lanzó a las peligrosas aguas del río. Tras duros esfuerzos, consiguió poner a salvo al hombre que estaba ya medio ahogado.

Cuando los que habían presenciado el incidente se acercaron a ver al hombre que había sido rescatado de las aguas, exclamaron con asombro:

 -Gracias a Dios que se ha salvado… ¡¡¡En efecto, es un alemán!!!

-Lo que yo decía, ¡alemán!

-¡Sí, alemán!

-¡Él alemán y yo judío!-respondió CALLADAMENTE el joven que había salvado al hombre.

 

 

lecturAma (III)

 

 

Raúl Mérida

Historias con sentimiento

 

“ALEJANDRITA”

La babuina’ que soñó con ser madre

 

Viajaba de ciudad en ciudad formando parte de un espectáculo. La presentaban como la mona que siempre quiso ser madre. Vestida como una típica nurse londinense de finales del XVIII, la sacaban a la pista llevando bajo el brazo a una pequeña muñeca de trapo.

Alejandrita (primate catarrino de la familia cercopithecidae)la cogía entre sus brazos amorosamente, la acunaba entre sus manos y la depositaba después en una camita hecha a propósito.

El espectáculo era un éxito pero, ella, cansada de aquella triste vida, de ir de aquí para allá, de vivir en una pequeña jaula cuando el deber de actuar no la reclamaba… empezó a escaparse.

Una y otra vez huía de su día a día y se marchaba siempre camino de algún céntrico parque, de algún árbol del que colgarse y respirar el olor de las hojas, de las plantas, de la vida.

 Y una de las veces que se escapó, al ir a entregársela a sus dueños, la Policíasolicitó la documentación del animal y, entonces, descubrieron que Alejandrita fue comprada ilegalmente. Sin CITES (Certificado Internacional que acredita que la procedencia de un animal no pone en peligro la supervivencia de la especie) el animal no podía seguir permaneciendo en manos de unas personas que sólo habían encontrado en ella un modo de vida.

Alejandrita  fue retirada y depositada por las Autoridades en nuestro Centro. Fue al conocerla cuando decidimos que aquella Babuina necesitaba una compañera. No había otro mono como ella porque en nuestro centro sólo ingresan aquellos que lo necesitan y, afortunadamente, ningún otro de su especie había requerido nuestro rescate. Pero, sí existía una mona pequeña, de nombre Rita que podía acompañar a nuestra amiga.

Así, Alejandrita  y Rita (un cercopithecus), viven juntas en una de las jaulas del Arca de Noé en el Roal.  Alejandrita ha adoptado a Rita, es su hija adoptiva e, igual que antaño cuidaba de una muñeca, hoy cuida de ella convirtiéndose así en la pareja más singular pero inseparable que vive en nuestro centro.

Alejandrita vive actualmente en un recinto especialmente adaptado para primates del Centro de Rescate Arca de Noé en el Roal, Villafranqueza (Alicante).

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JUAN RUIZ DE TORRES

Doce docenas – Volumen I

Editorial Corona del sur


-EL NADADOR

Me  llamo Mose Herzl. Soy judío askhenazi y nací en la austríaca ciudad de Linz en 1920. Mis padres, pertenecientes a una respetada familia residente en el Imperio Austrohúngaro por diez generaciones, se vieron repentinamente en el ojo del huracán antisemita desatado el pasado año con ocasión del Anchluss, en virtud del cual mi pacífico país entró en la órbita nazi. Ello abrió una orgía antisemita que nadie habría esperado. Afortunadamente, mi familia consiguió, aunque a base de sobornos inauditos, huir a Suiza y de allí a los Estados Unidos.

Yo decidí quedarme. Soy miembro de un grupo “Bar Kochba” de resistencia judía, y sé que tengo una misión que cumplir. Además, mi físico me ayuda: soy alto y rubio, y nadie sospecha aquí en Bremen, en el norte de Alemania, mi ascendencia racial. Me han asignado la ejecución de un nazi particularmente odioso, y acabo de matarlo  en el Club Náutico de esta ciudad, tan alejada de la mía. Por desgracia, no he podido evitar dejar mis huellas ensangrentadas en las paredes del vestuario donde lo he acuchillado. Pero nadie relacionará esas huellas con un muchacho evidentemente ario que ahora nada tranquilamente en la playa frente al edificio de este Club tan exclusivo.

Un remolino en el agua me revela la presencia de un pequeño tiburón tigre. Aunque no habituales en estas latitudes, son siempre peligrosos. ¡Me acaba de morder en la cadera, a través del bañador! Conservando mi sangre fría, le doy un fuerte golpe en el morro, como me ha enseñado mi instructor, y lo hago huir.

Pero ahora debo salir del mar de inmediato. La herida no es grave, pero sí aparatosa, y pierdo demasiada sangre.

Y sé que, en cuanto salga y me lleven, compasivamente, a la enfermería, será descubierta mi raza y acabaré en la horca.

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GIACOMO LEOPARDI

Diálogo entre un vendedor de

almanaques y un transeúnte

Vendedor. ¡Almanaques, almanaques, almanaques nuevos! ¡Calendarios nuevos! ¿Un almanaque, señor?

Transeúnte. ¿Son para el año nuevo?

Vendedor. Sí, señor.

Transeúnte. ¿Crees que tendremos un año nuevo feliz?

Vendedor. Sí, caballero, sí, por supuesto.

Transeúnte. ¿Cómo el anterior?

Vendedor. Más todavía, caballero.

Transeúnte. ¿Cómo cuál, entonces? ¿No te gustaría que el año nuevo fuera como alguno de estos últimos años?

Vendedor. No, señor, eso no me gustaría.

Transeúnte. ¿Cuántos años nuevos pasaron desde que empezaste a vender almanaques?

Vendedor. Van a ser veinte años, caballero.

Transeúnte. ¿A cuál de esos veinte años te gustaría que se pareciera el año que viene?

Vendedor. ¿Cuál me gustaría a mí? No, no sabría decirle.

Transeúnte. ¿No recuerdas alguno en especial, que te haya parecido feliz?

Vendedor. La verdad no, caballero.

Transeúnte. Pero la vida es bella, ¿no es cierto?

Vendedor. Eso ya se sabe.

Transeúnte. ¿No volverías a vivir esos veinte años, e incluso todo el tiempo que pasó, desde que naciste?

Vendedor. ¡Ah, estimado señor, ojalá se pudiera!

Transeúnte. ¿Pero si tuvieras que volver a vivir la vida que ya viviste, exactamente igual con todos sus placeres y dolores?

Vendedor. No, no, eso no quisiera.

Transeúnte. ¿Y qué otra vida quisieras volver a vivir? ¿La vida que tengo yo, o la del príncipe, o la de algún otro? ¿No crees que tanto yo como el príncipe o cualquier otro responderíamos igual que tú, con esas mismas palabras, que si tuviéramos que repetir lo ya vivido, no nos gustaría volver al pasado?

Vendedor. Bueno, sí, eso creo.

Transeúnte. ¿Qué vida quisieras, entonces?

Vendedor. La vida que Dios me diera, sin otras condiciones.

Transeúnte. ¿Una vida librada al azar, sin saber nada de antemano, como no se sabe nada del año nuevo?

Vendedor. Sí, así es.

Transeúnte. Lo mismo quisiera yo si pudiera vivir de nuevo, y creo que todos. Esto indica que el azar, en lo que fue del año, trató mal a todo el mundo. Y se ve claramente que cada uno opina que el mal fue mucho mayor y mucho más grave que el bien que le tocó en suerte. Si la condición para recuperar la vida desde el comienzo incluyera todo lo malo y todo lo bueno, a nadie le gustaría volver a nacer. La vida bella no es la que se conoce, sino la que no se conoce. No es la vida pasada, sino la futura. Con el año nuevo, el azar nos tratará bien a los dos, y a todos, y comenzará la vida feliz. ¿No es cierto?

Vendedor. Espero que sí.

Transeúnte. Entonces, muéstrame el almanaque más bonito que tengas.

Vendedor. Tome, caballero. Son treinta centavos.

Transeúnte. Aquí los tienes.

Vendedor. Gracias, caballero, hasta pronto. ¡Almanaques, almanaques nuevos! ¡Calendarios nuevos!